Nueva York. — La talentosa y controvertida actriz Sally Kirkland, reconocida por su labor en cine, televisión y teatro, y ganadora del Premio Óscar, falleció a los 84 años en su casa en Los Ángeles, dejando un legado de personalidad única, compromiso social y una carrera marcada por roles memorables y su incansable lucha por la salud y los derechos humanos.
Nacida en Nueva York en 1938, Kirkland fue hija de una editora de moda en Vogue y Life, y desde joven mostró interés por las artes. Se formó en la Academia Estadounidense de Artes Dramáticas, donde estudió con leyendas como Lee Strasberg y Philip Burton, y comenzó su carrera en los escenarios de Broadway y Off-Broadway. En sus primeros años, participó en obras de Shakespeare y en producciones de prestigio como “El sueño de una noche de verano” y “La tempestad”, consolidando un perfil de actriz teatral de gran profundidad e intensidad.
Su salto a la fama ocurrió en las décadas de 1970 y 80, cuando comenzó a destacarse en roles de películas independientes y de gran impacto, que desafiaban los convencionalismos y buscaban expresar temas sociales y políticos. Fue en 1987 cuando ganó El Óscar a la Mejor Actriz de Reparto por su papel en “Anna” , en la que interpretó a una artista en la cima de su carrera que enfrentó problemas de salud mental y adicciones, en una actuación aclamada por la crítica. Su historia en la pantalla, en la que combinó el talento con la rebeldía y resistencia, la convirtió en una figura del cine alternativo y un símbolo de la lucha por la dignidad artística y social.
Además de su carrera actoral, Kirkland fue una mujer que nunca esquivó temas polémicos o sociales. Participó activamente en movimientos de derechos humanos, incluyendo campañas para combatir el sida, apoyar a comunidades marginadas y promover la igualdad de género. La revista Time la calificó como “la Isadora Duncan moderna del desnudo artístico”, en referencia a su faceta como artista que desafió las convenciones en su participación en obras como “Sweet Eros”, y en numerosas ocasiones posó desnuda en reivindicación artística y social.
Su amor por el arte y la cultura se reflejó también en su participación en la exposición “13 Most Beautiful Women” de Andy Warhol en 1964, donde interpretó desnuda a una víctima de violación y secuestro. Consideraba que la enseñanza de Shakespeare y las obras clásicas eran fundamentales para la formación actoral, y dedicó años a perfeccionarse en la escena teatral y en papeles de gran carga emotiva y filosófica.
La vida de Kirkland estuvo marcada por su lucha contra el cáncer y diversas enfermedades, que enfrentó con valentía y sin perder su espíritu rebelde. Se convirtió en un activista incansable, ayudando a personas con sida, cáncer y problemas cardíacos, además de alimentar a indigentes y participar en campañas de ayuda social. En Hollywood, su carrera se vio afectada por la controversia y por su carácter rebelde, pero también por su talento para interpretar personajes complejos y su disposición a desafiar los límites del arte.
Su paso por la industria estuvo lleno de altibajos, roles polémicos, pero también de un compromiso político y social que pocos artistas se atreven a defender públicamente. Kirkland fue una pionera del desnudo artístico y una defensora ferviente de la libertad y los derechos humanos, inspirando a generaciones con su ejemplo de valentía y autenticidad.
Hasta su último día, Sally Kirkland mantuvo una carrera activa, participando en causas sociales, escribiendo libros y siendo un ejemplo de fortaleza y determinación. Su legado trasciende el cine para convertirse en un símbolo de lucha por la dignidad, la justicia y la libertad artística, dejando un ejemplo vivo, aunque su partida marca un adiós a una de las figuras más icónicas y polémicas del Hollywood contemporáneo.










