Nueva York. — A días del robo millonario en el Museo del Louvre de París, aumenta la especulación internacional sobre el destino final de las valiosas joyas que lograron sustraer los delincuentes. Se estima que el botín está valorado en más de 100 millones de dólares, y aunque la mayoría de las piezas todavía no han sido recuperadas, expertos y analistas advierten que su destino final será intentar deshacerse de ellas en el mercado negro.
Uno de los riesgos más probables, según especialistas en delitos artísticos y cadenas de suministro ilícitas, es que las joyas sean rápidamente fundidas o descompuestas en partes más pequeñas, para facilitar su venta y esconder su origen. “Ni siquiera necesitas ponerlas en el mercado negro, simplemente las puedes vender en una joyería”, afirmó Erin Thompson, profesora del John Jay College of Criminal Justice en Nueva York. “Si las cortan y las dividen, será casi imposible rastrear su procedencia y reducirán el riesgo de que puedan ser reconocidas o identificadas”.
El proceso de desintegración, además, elimina los datos históricos que hacen a estas piezas únicas y las convierten en mercancía común. La dificultad radica en que estos objetos de alto perfil suelen requerir cadenas de suministro complejas y discretas, en países donde la regulación es menos estricta, lo que permite a los traficantes moverlas con mayor facilidad. Sin embargo, su valor de mercado, en fragmentos, sería mucho menor, y el riesgo de detección y rastreo se incrementa considerablemente.
Expertos en mercado ilícito, como Robert Wittman, exagente del FBI y experto en delitos de arte, aseguran que la verdadera dificultad no reside en el robo en sí, sino en vender esas piezas en condiciones que no levanten sospechas. “El activo más valioso en un robo de arte o joyería no es solo tomarlo, sino venderlo, y esa es la parte más compleja del proceso”, afirmó Wittman. La alta calidad y antigüedad de los diamantes y las gemas del botín complicarían aún más su venta en casas de subastas o en el mercado abierto, que en general no aceptan artículos de esta naturaleza sin un seguimiento exhaustivo para detectar compra ilícita.
Las joyas, en particular las que contienen diamantes de gran tamaño y pureza, poseen características que dificultarían su ingreso en el sistema legal y en los canales comerciales autorizados. “Estas gemas aún pueden ser identificables, y el oro de hace siglos no se parece en nada al del mercado actual, lo que complica su venta en esquemas tradicionales”, explicó Guginsky, vicepresidente de la Alianza de Seguridad de Joyeros.
Por su parte, expertos en lavado de dinero sugieren que existen un número limitado de compradores y mercados clandestinos donde estos bienes podrían ser negociados. Sin embargo, su valor real en el mercado negro sería mucho menor, lo que podría incentivar a los traficantes a esperar o a buscar la mejor oportunidad de venta en el futuro, mientras mantienen las piezas en reserva.
Por ahora, las autoridades y expertos prevén que la corrupción y la sofisticación de los ladrones hagan que las joyas puedan ser enviadas a otros países por rutas clandestinas, donde se fragmentan y se venden en diferentes mercados ilícitos. La vigilancia de las casas de subastas, cadenas de joyerías y programas de control contra el lavado de dinero siguen siendo clave para detectar movimiento irregular y evitar que estas valiosas piezas sean vendidas en el mercado ilegal.










